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EDITORIAL

Y ahora, la 'nación vasca'

Sánchez se compromete con el PNV al «reconocimiento nacional de Euskadi» y a que lo «ratifique» el pueblo vasco. La enésima renuncia del PSOE para desapoderar al Estado

Editorial ABC

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Después de que Sumar, Bildu, ERC y Junts confirmasen su 'sí' a la investidura de Pedro Sánchez, el último en garantizar la votación ha sido el PNV, con un recetario de reclamaciones, y de cesiones por parte del PSOE, similares a las conseguidas por el independentismo. La lista de claudicaciones para el progresivo desapoderamiento del Estado aumenta. El PNV exige lograr el «reconocimiento nacional de Euskadi», que deberá estar basado en un acuerdo aprobado por las instituciones vascas y avalado en el Congreso, y más tarde, «ratificado por el pueblo vasco». En el pacto suscrito por el PSOE y el PNV –esta vez sí fue Pedro Sánchez en persona quien lo formalizó con Andoni Ortuzar– no figuran expresamente las palabras autodeterminación, consulta o referéndum, pero tanto el reconocimiento del País Vasco como nación, como la 'ratificación' de una nueva fórmula de autogobierno, avanzan sin duda en esos conceptos.

De hecho, el acuerdo no deja de ser un nuevo ejemplo de sometimiento de la vigente Constitución a exigencias cuasi confederales y de forzosa bilateralidad que superan con mucho el actual marco de legalidad respecto al modelo de Estado, al sistema político, o a la transferencia al País Vasco de competencias exclusivas de la Administración central, imponiendo para ello hasta los plazos y la agenda del propio presidente del Gobierno. La capacidad de sumisión del PSOE a cambio de los escaños necesarios es máxima. Ahora queda la incógnita del precio a pagar a Bildu. Sólo se sabe que también votará 'sí', pero no consta a cambio de qué privilegios. Y plantear la teoría de que lo hace de modo gratuito y desinteresado resulta de una ingenuidad insultante. El PSOE sabrá por qué oculta lo pactado con Otegi, pero desde luego es una muestra de desprecio a su propio electorado y a todos los ciudadanos, dados los antecedentes de Bildu como sostén político de ETA durante años.

Ejemplos de cesiones con visos de inconstitucionalidad son la transferencia de la gestión de la Seguridad Social, o una legislación laboral propia radicalmente diferente, por cierto, a la que el PSOE ha pactado con Sumar. El tiempo y la negociación técnica determinarán hasta qué punto se tensionan –o rompen– el principio de 'unidad de caja' o la igualdad laboral en España. Pero en cualquier caso, ni siquiera había pasado la mañana desde que PSOE y PNV presentaran el documento, cuando la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ya matizaba, e incluso rectificaba, su literalidad. Dijo que veía esa transferencia «difícil» y que «no hay nada específico». Y es extraño, porque los nacionalistas sí lo dieron por hecho. Ya el jueves, el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, hizo lo mismo respecto a Junts. El PSOE avalaba debatir sobre comisiones de investigación contra jueces señalados como promotores de 'lawfare' o persecución judicial injustificada a los separatistas, pero Cerdán se afanó en negar lo que era evidente, lo que constaba por escrito, y lo que él mismo había firmado. La diferencia con Montero es que tardó diez horas en hacerlo. La ministra sólo necesito tres para desmentirse. Habrá investidura, pero la legislatura amenaza a Sánchez con ser incierta, sobre todo si el PSOE dice una cosa y su contraria continuamente sin saber a qué relato real atenerse, ni el alcance real de lo que ha suscrito y de esta compraventa de escaños.

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